jueves, 22 de septiembre de 2011

Los límites del crecimiento

Por: Francisco Bonilla Sevilla
En el libro titulado “Los límites del Crecimiento” (1972) un grupo de científicos publicó sus investigaciones acerca de las consecuencias de largo plazo de los patrones de consumo y producción existentes en factores como el crecimiento de población, la capacidad industrial, la producción alimenticia y la contaminación. Usando los modelos de la Escuela de Administración de MIT, los autores predijeron que en algún momento dentro de los próximos 100 años, de mantenerse las tendencias de crecimiento poblacional, industrialización, y explotación de recursos como se realizan actualmente, los sistemas económicos del mundo se verían físicamente limitados al crecimiento; concluyendo a su vez que la prosperidad solo puede ser preservada si se cambian las costumbres y los patrones de consumo.
Se vendieron millones de copias de dicho texto en varios idiomas; representando la primera aplicación sistemática de un modelo relacionando producción y consumo global con los recursos naturales. Aunque la metodología y el lenguaje empleados no fueron bien comprendidos, muchos empresarios y economistas atacaron dicha publicación aclamando que el mundo había atravesado y sobrellevado épocas de escasez con anterioridad, y que cualquier crisis futura no sería la excepción; desde entonces han pasado más de tres décadas y pareciese que el consumismo histérico ahogó el espíritu de los autores, los cuales pretendían enfatizar que usar más recursos de los que se regeneraban podría llevarnos a problemas que pudiesen ser evitables.
¿Tendremos los ciudadanos plena conciencia de los efectos que nuestro proyecto de civilización está causando en el entorno? ¿Seremos capaces como sociedad de crecer conservando y regenerando nuestros recursos en lugar de depredar y destruir ecosistemas como hacemos actualmente? o probablemente, lo que suceda es que los humanos como ente colectivo; lo que estamos realizando irresponsablemente es, un gran experimento ambiental de consecuencias inesperadas y desconocidas.
Tal vez el inicio de la discrepancia de nuestros modelos humanos respecto a los de la naturaleza radique en la deformación del concepto de lo que un recurso es; cuyo vocablo proviene del latín recurrere, recursi o recursum; lo cual significa correr hacia atrás o volver; de donde podríamos desprender que un recurso es algo que regresa una y otra vez porque forma parte de un proceso cíclico; sin embargo, con el paso del tiempo hemos ido asignando dicho concepto a materiales de naturaleza no renovable como los metales y el petróleo.
En aras de poner en perspectiva los conceptos anteriores, imaginemos al capital natural como el equivalente a tener depositado dinero en el banco; en este ejemplo, lo máximo que deberíamos retirar para mantener intacto el capital es el monto generado por la tasa de interés bancaria, si retirásemos más recursos de los generados; entonces reduciríamos nuestra capacidad de producir intereses, y de mantener esta tendencia (retirar más de lo que se regenera) terminaríamos inevitablemente por agotar el capital original. En la naturaleza ocurre exactamente lo mismo, la máxima cantidad de recursos que podemos explotar anualmente no debe exceder aquella que la naturaleza es capaz de regenerar a partir de su propio capital natural, sin embargo actualmente; como consecuencia de nuestros patrones de consumo, estamos utilizando más recursos de los que regeneramos; caminando en consecuencia, irresponsablemente hacia un futuro en el cual, de no cambiar nuestras hábitos de producción y consumo, terminaremos por agotar inevitablemente el capital natural del que dependemos para subsistir.
Para poner en contexto el ejemplo anterior, reflexionemos un poco acerca de la fertilidad del suelo la cual; además de ser la base para la vida, almacena agua reteniendo la lluvia, alimenta arroyos y previene inundaciones; el suelo descompone los desechos y remueve la basura transformándolos en nutrientes y medios de crecimiento; el suelo y los organismos del suelo juegan un papel fundamental en el ciclo del nitrógeno y del carbón afectando todos los aspectos del clima y de la vida. Como no es posible determinar con precisión cuales especies se necesitan para mantener el suelo o los sistemas vivos; no hay forma de aseverar en nuestro gran experimento humano cuales organismos son prescindibles para la salud del suelo y cuáles no. Cada incendio y cada hectárea perdida de bosque reduce la productividad integral de nuestro planeta vivo; y cada ecosistema no regenerado disminuye tanto la capacidad del capital natural para procesar desechos, purificar agua y aire, como de producir nuevos materiales.
Con la perspectiva de la duplicación de la población mundial humana durante este siglo y la disponibilidad de los servicios del ecosistema decreciendo rápidamente, nadie puede predecir realmente cómo estos escenarios de limitación de recursos y servicios de los ecosistemas afectarán al comercio y a la sociedad; y aunque muchos economistas insistan que las fuerzas del mercado se combinarán con el ingenio humano para que surjan adaptaciones tecnológicas que compensen la pérdida de capital natural; al ser los tiempos de la naturaleza diferentes a los tiempos humanos; es cuando la lluvia se acaba o los pueblos se inundan por deforestación, cuando la ausencia de los servicios que el capital natural nos provee se vuelven más aparentes y nuestra incapacidad de producir a tiempo sustitutos se pone en evidencia.
Si aparentemente a lo largo del siglo XXI se puede volver inevitable un cambio en la disponibilidad de nuestro capital natural y los servicios que de él emanan; es un buen momento para que como ente colectivo nos pongamos a construir un nuevo proyecto de civilización en lugar de seguir tratando de convencernos a nosotros mismos de que lo tenemos; o expresado en palabras de Federico Nietzsche: "La especie más común de mentira es aquella con la que el hombre se engaña sí mismo".