Por: Francisco Bonilla
“Agua
pasa por mi casa” versa una rima infantil, pero… ¿realmente tenemos consciencia
plena de toda el agua que pasa frente a nosotros para satisfacer nuestras
necesidades diarias?.
Con menos
de una década de existir, el concepto “agua virtual” cuantifica la cantidad de
agua que se requirió a lo largo de cualquier cadena productiva para dar como
resultado un producto específico; por ejemplo: para producir 1 taza de café se
requieren 150 litros de agua (aproximadamente), y para producir 1 kg de carne
se requieren 3,000 lt de agua; desde el agua utilizada para cultivar los granos
y plantas requeridas para alimentar a las vacas, el agua consumida por ellas,
el agua utilizada durante el proceso industrial hasta el empacado y entrega al
consumidor final.
Todo lo
anterior solo pone en evidencia lo limitada que es en la realidad nuestra percepción
del fenómeno del agua y los grandes problemas asociados a él; ya que solamente
es con una pequeña fracción de ella con la que físicamente interactuamos todos
los días al abrir la llave del lavabo, al bañarnos, al cocinar o al beber agua
embotellada. Sin embargo para bien o para mal, los grandes problemas y las
grandes soluciones se gestan en el agua que no vemos y que silenciosamente
viaja a través de todas las cadenas productivas sin que su valor sea reconocido
económicamente como tal; ya que el agua es un bien que pareciese hemos dado por
sentado que ahí está, y que podemos desplazarlo globalmente junto con nuestras
mercancías. Si quisiésemos encontrar algún “punto de acupuntura” en el sistema,
donde poder hacer un cambio para construir como civilización un verdadero uso
sustentable del agua, sin duda radicará en el fenómeno del agua virtual; ya que ahí es donde incuban algunas de
las importantes semillas de ajuste o desajuste en el ecosistema planetario.
Para
tener un poco de claridad al respecto, comencemos por comprender que a nivel
país (en términos generales), el 80% del
agua se utiliza para producir comida el 10% se utiliza en la industria, y
solo el 10% restante se utiliza en nuestras casas, hoteles, centros comerciales
y oficinas. Expresado de otra manera: aún si las grandes campañas de
comunicación en exhorto para hacer un uso eficiente del agua logran despertar
en el ciudadano el cometido de ahorrar agua y hacer uso eficiente de ella;
estaremos incidiendo únicamente sobre el 10% del problema cuando en una sociedad de consumo globalizada el
problema real radicará en el agua virtualmente contenida como equipaje en los
objetos que consumimos, la manera en que los consumimos y la forma en que
fueron producidos. Para ilustrar lo anterior basta comparar la ración de
palomitas que se nos ofrece en el cine hoy en día (donde por dos pesos
adicionales podemos obtener una ración tamaño cubeta, mas parecida a un florero
que a una bolsita con golosinas), con el
tamaño una de ración considerada como “normal” hace dos décadas.
De la
misma manera podemos ir comparando presente y pasado en el tamaño de las
raciones de comida servidas en los restaurantes, la comida disponible en los
centros comerciales, la diversidad de oferta y de productos a las que podemos
aspirar, así como el origen y lejanía de la gran mayoría; todo ello con enormes
aspectos económicos positivos; pero con una faceta oculta que contribuye a la
complejidad de un problema creciente: el desplazamiento
de agua virtual en el comercio global.
Aunque el
comercio siempre ha sido parte
fundamental de nuestra civilización, nunca como en el momento presente
habíamos sido capaces de desplazar tal volumen de mercancías alrededor del
globo, de manera tan intensa y tan rápida; lo cual va acompañado de manera
inherente por un desplazamiento de agua virtual “contenida” en los productos
transportados de un lugar a otro. Es decir: Para comercializar una playera de
algodón importada a México desde Estados Unidos y manufacturada en China, la
materia prima probablemente haya tenido como origen una cuenca del norte de
México (a un costo por el uso del agua agrícola casi cero); donde probablemente
se realizó un uso intensivo del agua (el algodón es un cultivo sediento), para
posteriormente exportar dicho algodón al otro lado del mundo, donde fue
transformado en tela y camisetas; para volver a ser trasladado nuevamente a una
o varias partes lejanas del mundo, para su comercialización. De lo que no se
hizo un recuento en esta historia, fue del agua requerida para el cultivo de
una especie sedienta; del agua utilizada en el proceso de volver el algodón
tela y camisetas, añadiéndole marginalmente al total agua virtual conforme
aumentan los procesos de transporte y los intermediarios en la comercialización
del producto.
Siguiendo
con el ejemplo anterior, podríamos citar que las prácticas de agricultura
actuales (en términos generales), han tendido a sustituir masas de ecosistemas
ecológicamente productivos que brindan enormes servicios ambientales (cuantificables
todos ellos, como la producción de oxígeno, la regulación del clima y la
recarga de mantos acuíferos), por grandes extensiones de cultivos de una sola
especie; altamente productivos en términos económicos, pero totalmente
improductivos en términos ecológicos. Tal sería el caso de las selvas
Amazónicas en Brasil, que son taladas para sembrar caña (un cultivo sediento), en
aras de producir etanol que será exportado a Estados Unidos para producir
biocombustibles, que le darán a su vez de beber a vehículos que fueron diseñados
para la guerra; pero que son utilizados por algunas amas de casa para ir al
supermercado. En este caso se cambió un
ecosistema altamente productivo en términos ecológicos (el cual generaba
agua); por un ecosistema sediento que
consume servicios ambientales en lugar de generarlos. Acompañado a lo
anterior viene el traslado virtual de agua de un sistema complejo vivo, a un
sistema de consumo de recursos histérico (el consumidor Estadounidense de
biocombustibles para camionetas y vehículos suburbanos).
Un factor
que aumenta la complejidad del fenómeno (por no llamarlo problema) es la
presión sobre el recurso, entendiendo esto como la relación del agua que
extraemos de la naturaleza (particularmente del subsuelo) respecto a la que
permitimos que se reintegre de manera natural y/o artificial (en especial para
la recarga de mantos acuíferos). Como referente podremos mencionar que un
enorme porcentaje de acuíferos de nuestro país se encuentran sobreexplotados;
volviendo el problema particularmente delicado en ecosistemas cálidos y secos, cuya
historia geológica les ha permitido tener enormes reservas subterráneas de agua,
pero las condiciones de clima actuales no les permiten reintegrar al subsuelo
agua en la misma proporción de la que se puede extraer. Estas cuencas son
particularmente vulnerables cuando se les integran prácticas de cultivos (propicios
a temperaturas cálidas), rentables económicamente; pero enormemente sedientos,
volviéndolos ecológicamente ineficientes. Si sumamos todo lo anterior a una red
de comercio global, lo que estaremos presenciando es el mayor movimiento de
agua virtual de la historia, donde una minoría altamente consumidora con poder
económico; estará viviendo mas allá de las capacidad de carga de la tierra para
sostener la vida en su lugar puntual de residencia, sacrificando el equilibrio
ecológico y disponibilidad de recursos hídricos de los habitantes lejanos
(humanos y no humanos) en otras cuencas y otros sitios del planeta.
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