Por: Arq.
Francisco Bonilla Sevilla
Siempre
es interesante observar el espacio de trabajo de una persona, ya que el estado
de orden y organización en la que éste se encuentre, generalmente será un
reflejo del orden que habita en su mente; lo anterior ocurre en gran medida
debido a que la manera en que su mundo inmediato esté estructurado
corresponderá a los moldes mentales con los que se entiende la realidad, de tal
suerte que; alguien cuyo entorno es un hábitat caracterizado por desorden y
suciedad no es sino referente de lo que para su mente es “lo normal”; y dicha
normalidad se manifestará en los muchos otros componentes de la vida; tales
como, sus relaciones interpersonales, su hogar y su interacción con el medio
ambiente. Consecuentemente, tal vez sería sano hacer un alto, en lo individual
y en lo colectivo para revisar la manera en que están estructurados los moldes
mentales que conforman nuestra realidad y con los que interactuamos con el
mundo; a manera de verificación y de examen de conciencia.
Una
primer escala en esta revisión podría comenzar evocando a todos aquellos
conductores que bloquean el tráfico cotidianamente con sus arbitrariedades y
desórdenes, ya sea por estacionarse en doble fila, por hacerlo en lugares
prohibidos o por darse vueltas prohibidas. Para dichos conductores, en su molde
de pensamiento es “normal” pasar por encima de los derechos de los demás en
aras de toda clase de justificaciones; con tal de pasar más rápido, ahorrar
tiempo o caminar menos. Seguramente esos mismos conductores cuando escuchan las
noticias acerca de los desastres naturales cuya incidencia e intensidad ha
aumentado debido al cambio climático; se acongojan, se mortifican, se indignan se
preocupan; y sobre todo se preguntan si todo eso les puede pasar a ellos; pero
no hacen en su mente las conexiones entre sus conductas y el calentamiento
global, entre sus arbitrariedades en el tráfico y la emisión de gases invernadero innecesariamente
emitidos a la atmósfera por todos aquellos coches que quedaron momentáneamente
varados mientras se obstruía el tráfico.
Otro
ejemplo podríamos encontrarlo en los moldes mentales de miles de familias
mexicanas, cuyos integrantes tratan de llevar una vida socialmente correcta, y sus
conductas están regidas por estos mismos cánones.
Desafortunadamente, los moldes actuales que la sociedad establece, incluyen
inherentemente altas cuotas de destrucción en nuestro interactuar con el
planeta. Para ilustrar lo anterior, retomemos el ejemplo de la navidad, donde
lo políticamente correcto es que las
personas se obsequien regalos entre sí; dicha costumbre tiene un fondo positivo
de integración familiar y social, pero la
manera en que ejercemos dicha costumbre se ha convertido con el paso de los
años en altamente destructiva para nuestro medio ambiente debido a que la
producción de bienes de consumo innecesario, sus empaques y envolturas causa tanto
una enorme huella ecológica, como una enorme masa de desechos sólidos, líquidos
y gaseosos donde; por cada unidad de producto manufacturado, se generan por lo
menos 14 unidades de desecho; eso, en adición al hecho de que al terminar su
vida útil (no mayor estadísticamente a nueve meses), dichos bienes de consumo acabarán
también convertidos en desechos y depositados basureros y rellenos sanitarios,
que no son sino los cementerios de nuestra civilización industrial.
Continuando
este ejemplo de reflexión acerca del individuo cuyas conductas son políticamente correctas, donde él o ella son ciudadanos responsables,
fueron estudiosos durante su paso por la escuela, cumplen las leyes, pagan sus
impuestos, se informan en los medios de comunicación, opinan sobre política,
ejercen sus derechos ciudadanos y además trabajan arduamente para construirse
una sólida posición en el porvenir. Sin embargo, ¿Se habrá preguntado alguna
vez ese ciudadano tan políticamente correcto cuales serán las
características reales de ese porvenir que con tanto esfuerzo está tratando de
construir?, ¿Se habrá preguntado si los moldes de pensamiento con los que
ejerce sus conductas serán compatibles con un mundo donde aceleradamente se
está degradando el medioambiente, se está debilitando la salud de los ecosistemas
conjuntamente con la capacidad planetaria de sostener la vida, y se están depredando
los recursos naturales gracias a nuestra sociedad de consumismo histérico tan políticamente correcta?, ¿Se habrá
percatado que sus referentes mentales de realidad son incompatibles con la
supervivencia de la civilización en el largo plazo?, ¿Tendrá conciencia el
ciudadano políticamente correcto que
el adquirir bienes de consumo absolutamente inútiles a precios altamente
convenientes solo está construyendo historias de dolor, injusticia,
desigualdad, explotación de recursos y uso innecesario de combustibles; así
como la emisión de gases a la atmósfera, desechos a los cuerpos de agua y
destrucción de hábitats naturales?.
En
los ojos del ciudadano correcto, “lo
bueno de lo malo es que siempre pasa en otro lado”, y a sus ojos; mientras él cumpla con su parte del pacto social; las externalidades
negativas que su existencia causa deberán pasar a ser responsabilidad de
alguien más; pero… ¿Qué pasaría si los moldes con los que el ciudadano modelo interactúa con la
realidad ya hubieran perdido vigencia?, ¿y si aquellas creencias que tanto
atesoramos solo estuvieran alimentando un modelo social altamente
destructivo?¿no será acaso tiempo de comenzar un proceso de transformación
individual para tratar de mitigar las consecuencias inesperadas del experimento
medioambiental a gran escala que nuestra civilización actual está realizando sobre la tierra?, ¿Será acaso
tiempo de cambiar?, y si lo es ¿Por dónde comenzar?
Probablemente
el punto de partida comience por la revisión de los modelos con los que miramos
al mundo; por ejemplo, ¿Será necesario cambiar de modelo de teléfono celular
cada año?, ¿será indispensable tener un guardarropa lleno con prendas de última
moda que solo usamos unas cuantas veces?, ¿Será necesario comer una cubeta de
palomitas en el cine en el lugar de una ración normal?, ¿Será necesario
atiborrar nuestros estómagos en un buffet en lugar de consumir una medida
racional de comida?, ¿Será necesario asistir histéricamente a las catedrales
del siglo veintiuno (los centros comerciales) para llenar nuestro vacío
existencial en lugar de en lugar de estar desarrollando actividades que
enriquezcan el alma y enaltezcan el espíritu?, ¿tener para aparentar y
aparentar para pertenecer será la respuesta al sentido de nuestra existencia?, ¿Pisotear los derechos de quienes nos rodean
obligándolos a respirar gases intoxicantes será un modelo de trascendencia?,
¿no serán la crisis climática, energética, alimenticia y financiera que estamos
viviendo a nivel internacional suficientes llamadas de atención y de cambio?, ¿será
este el plan original de la madre naturaleza?, ¿es acaso que la naturaleza
funciona así?
A ti
lector, enviamos estas líneas como
mensaje en una botella, para juntos, con la suma colectiva de acciones individuales de cambio, podamos ayudar a construir el porvenir.
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